sábado, 24 de febrero de 2018

Así nos robaron la tierrita a los Pastos

Así nos robaron nuestra tierrita los mestizos



Este blog está demarcado por la entristecedora historia de mis padres, Rosa Aura Colimba y Roberto Quilismal Tapie, quien, siendo niños, tuvieron que vivir las desgarradoras imágenes del atropello en contra mis abuelos, uno de ellos con la mala fortuna de perder el derecho mayor indígena, y que así hay muchos otros relatos que los comuneros aún hoy relatan en las mingas de pensamiento.



Agradecimientos especiales a ellos, mis padres y abuelos, quien, a pesar de ello, lucharon, trabajaron, para que mis familiares y yo, hoy tengamos donde cultivar, una herencia milenaria, que trascenderá a las nuevas generaciones.


Mis abuelos maternos, José Avelino Colimba Chiran y María Alejandrina Taramuel Cumbalaza, la segunda esposa para mi abuelo. Mis abuelos paternos, Buenaventura Quilismal y María Mercedes Tapie, quienes tuvieron que pasar por estos despojos.


En aquellas épocas, la constitución política de Colombia considera que, los indígenas eran menores de edad, por lo que no tenían derecho a tener tierras, títulos, y/o documentos de identificación, para adquirir títulos de propiedad de tierras; los únicos que podían adquirir estos títulos eran los españoles y los mestizos, por lo tanto, por aquellos tiempos se creó la costumbre de hacer escrituras encargadas, las que consistía en que el indígena podría hacer un título posesorio (escritura), del lugar donde siempre había vivido, colocarla a nombre de alguna familia “de origen noble”, o “don/doña”, para que estos puedan tener el título, y luego, al fallecer sus dueños, entregar ese título a sus hijos y/o descendencia, lo que muchos indígenas sufrieron de ingenuidad encargando esos títulos a personas deshonorables, para nada “nobles”.



Los originarios fueron víctimas, primero por los colonos españoles, luego por las familias de mestizajes que llegaron con Simón Bolívar y su plan de entregarles a los mestizos, los pueblos que ellos puedan quitarles del poder a los españoles.


Esta escritura encargada significaba que el indígena hacia sus títulos de posesión denominados escrituras a nombre de un mestizo, para que luego, él les entregara a los hijos, y legítima descendencia, pero la mayoría de veces estos mestizos se aprovechaban del indígena y le usurpaban sus tierras, sacándolos a patadas, literalmente de sus habitaciones a los indígenas.


Es así, que comienza estas cortas historias, de cómo los mestizos que llegaron al pueblo de Cumbal, se aprovecharon de la ley del gobierno y de la sencillez, lealtad, y humildad de los indígenas, hacia mestizos y blancos españoles.



Primera historia.


Sucedió una noche, siendo yo guagua (niña) todavía, llegaron los Arias (familia Arias), lo sacaron a mi papá de la casa, lo golpearon hasta talvez hasta el cansancio, y nos sacaron esas horas mismo de la casa, con todas nuestras cositas, quizá el mestizo a quien mi papá le hiso la escritura, el título, lo engañó, y se la vendió a esa familia, pero ellos vinieron y nos desalojaron de nuestra casa, de nuestro terrenito, pero mi mamá, apenas logró sacar sus cositas de la cocina, la ropa y algunas pocas cosas que hayamos tenido, luego tuvimos que trasladarnos a una casa botada que nos la prestaron, era una casa de tapias, hasta poder hacer nuestro propio ranchito de bahareque, ahí donde vivimos hasta ahora reciente, y como le dije, esos fueron quienes nos robaron esa tierra. 


El otro día que paso por aquí don Pablo Guadir (ya desaparecido), nos pusimos a conversar, y él se acordaba, decía, yo era trabajador de don Avelino, hasta que les quitaron a ustedes los Arias ese terreno, de ahí, ni más me invitó


Relatado por: Rosa Aura Colimba Taramuel

Figura 1. Rosa Aura Colimba (mi madre), cosechando chilacuán, fruto andino. Fuente investigador Miguel Angel Quilismal T.

Segunda historia


Mis padres fueron Mercedes Tapia Canacuán, y mi padre fue Buenaventura Quilismal Tapia, los hermanos de mi papi le iban a quitar lo poquito de terreno que teníamos en la casa, a pesar de que a mis tíos ya les habían dado su herencia por allá en La Ciénaga, y en el Hondón, y era bastante, y a pesar de ello, el tío Mesías Quilismal, hermano del abuelo Anacleto Quilismal, le querían quitar, estos lo vendieron el derecho que les dejó a los tres, Manuel, Florinda y Mesías, a los tres les dejó (los demás hermanos eran, Daniel, Evangelista y Damásio). 


Entonces se había puesto a cocinar por allá arriba, y bajó por El Totoral no más al pueblo, yendo a la alcaldía, para demandar a mi papi, para quitarle la tierrita, entonces el tío, que sabía también bajar el azufre y muchas veces se pedía dinero por adelantado a quien se vendía las cargas de azufre, pero entonces, él había estado debiendo donde don Elías Castillo. 


Mi papá nos puso a estar mirando desde afuera de la casa, a ver a qué horas bajaba el tío, y ya lo habían visto mis hermanos, entonces, mi papá, lo siguió al tío, hasta el pueblo, llegando a la alcaldía le había dicho al tío, “ve, si no te vas ligero, por ahí anda don Elías Castillo, y dijo que te va a ser coger con la policía por la plata que le debes”, entonces, él, había cogido, camino arriba, y corre, corre, a buen paso, para que no lo metan a la cárcel, y así, mi papasito había salvado la primer vez el terrenito.


Figura 2. Roberto Quilismal (mi padre), ruana, pantalón y sombrero azul marino. De derecha a izquierda, Jaime Cuaical (regidor vereda Cuaical), Álvaro Silvio Guadir (gobernador vereda Tasmag), Rubiela Cuaspud (regidora vereda Cuaspud), no recuerdo el nombre de la señora siguiente, mi padre, Elí Valenzuela (regidor vereda Cuetial corporación del cabildo 1990), y no recuerdo el nombre del regidor vereda Llano de Piedras. Fuente investigación Miguel Quilismal.



Tiempo después (pudieron ser un par de años), mi papasito, para evitar que se la quiten la tierrita, le hiso la escritura encargada a don Elías Castillo, menos mal este señor había sido de buen corazón, una persona honesta, y si no, que tal, a ¿dónde hubiéramos ido a pedir posada, a pedir caridad? 


Entonces fue así, vera, llegaron los Arias un día, en la madrugada, mi papa estando acostado en medio de todos los guaguas (los hijos), lo arrastraron desde la cama, así tal como estaba, lo arrastraron, pie limpio, hasta afuera el camino, y lo pegaron hasta dejarlo lo más muerto, ahora sí, le dijeron, “¡firma la cedencia!, ¡firma aquí!, indio tal y cual (**)”. Les colaboraba el comisario, que era don Mesías Caicedo, y que había sido comadre de mi papi, junto con los policías de campo, que los apoyaban, entonces el compadre les había dicho, “no…, si es así, no les colaboro, no lo peguen a mi compadrito, yo pensé que sólo iban a hacer un trato”.


Entonces mi papasito les había dicho, y…, yo no tengo nada aquí, la tierrita es de don Elías Castillo, las dos terneritas, les dieron los compadres a mis hijos, lo mío son esas dos caballitas que están ahí, limpio alunadas, desde la cruz hasta el rabo. “Elay” entonces, lo dejaron de pegar, y lo soltaron y se fueron esos infames. 


Relatado por: Roberto Quilismal Tapie


Figura 3. Roberto Quilismal (mi padre), cosechando tubérculo camote, en el guaico de Mayasquer. Fuente investigación Miguel Quilismal.


Tercera historia


En una ocasión subieron los Arias a quitarles un terreno a una familia Cuaical, él se llamaba Gonzalo Cuaical, y ella era Zoila, pero no recuerdo el apellido, los hijos de él son: Jose Manuel, Juvencio, Humberto y Laurelina Cuaical, y justo cuando llegaron, ellos se dieron cuenta de que les iban a robar el terreno, gritaron a los Chinguades (a la familia Chinguad), y creo que incluso fueron hasta mis hermanos, porque eran buenos (tenían mucha fuerza) para pelear, y se hiso una gran pelea, y los corrieron a los Arias y no les quitaron sus tierras, y si no, también les hubieron quitado. 


Porque ellos eran así, enseñados, a ir a las casas, hacerles firmar que les vendían sus tierras, no pagarles nada, acabarlos de pegar a los taitas y luego de unos días, irlos a desalojar.


Luego de eso, cuando venimos a vivir por un tiempo en la casa del antiguo cabildo de Cumbal, en 1990, siendo gobernador don Antonio Chiran, veo que los Arias venían a pedir que los reconozcan, que les hagan el acta de reconocimiento de indígenas, y sólo por una botella de aguardiente que lo hacían, entonces le dije yo, pero señor gobernador, como es posible que los reconozcan después de habernos robado cuanto a los indígenas, eso no se debe hacer.



Relatado por: Roberto Quilismal Tapie





Pai por leer.